viernes, 7 de octubre de 2011

"Soñar"

De pequeña soñaba con ser grande. Ahora que tengo la edad promedio de una universitaria que culmina sus clases, pienso y deseo con las fuerzas más desequilibradas de mis neuronas regresar a aquellos días. Es más fácil soñar despierta que dormida, cuando sientes los párpados caer, se cierran tus ojos y la comisura de tus labios desplazan cierto líquido  denominados “BABAS”, estás entrando en el trance del descanso.
La sobredosis de historias empiezan, si haz consumido mucha comida lo más probable es que tengas pesadillas, eso dice mi madre y un par de especialistas. Por eso una vez soñé que dos tipos me llevaban en un auto rojo por unos cañaverales, menos mal por alguna razón incierta, desperté; sino hubiera sido ultrajada y hubiera amanecido mi almohada mojada por tantas lágrimas.
Todos los años, sueño que estoy en una guerra, con mi familia atemorizada porque los malditos nazis regresaron a perturbar la tranquilidad de todo los que no comparten su paradigma jerárquico de lucha para una mejor sociedad. Yo protejo a mi familia, intento salvar a niños perdidos, personas heridas esparcidos sus cuerpos por las pistas; no pienso en mí, pienso en los demás, si tengo que morir que sea valientemente, eso se me viene en mente.
También me he soñado embarazada, llorando a mares, porque a mi corta edad, no quiero ser madre. Pero si quiero tener hijos, anhelo una miniatura mía, darle a mi pequeña mujercita el nombre que mis padres me negaron, cuando les pregunté porque tremenda decisión dijeron algo gracioso: “Por Marilyn Monroe y Elizabeth Taylor”, difícil de creer pero así resolvieron mi inquietante enunciado.
Lo contrario de soñar despierta, es que dejas a relucir toda tu expresión artística de guionista o los recuerdos de antaño retornan para robarte una sonrisa, llanto, ruborizarte y hasta cierto punto extrañar a un ser querido. No tengo a mis abuelitos vivos, me gustaría decir “El domingo lo pasaré en casa de mis abuelos” pero las circustancias de la vida me negaron tremenda afirmación; sueño que los veo.
Recuerdo a mi abuelita materna, mi mamá Trine. Quién veló muchas veces mis sueños, quién me ofreció más amor incluso que mi madre, verla partir fue despedir parte de mi infancia y adolescencia, aún conversamos en mis alucinaciones; he sido más ingrata con mi abuelita paterna, mamá María. Cada domingo que visitaba su casa me trataba como una pequeña princesa, no puedo soñarla aunque me gustaría, me obsequiaba pequeñas propinas que para mí era incentivos para un buen día, sé que la soñaré despierta, sé que no hará falta hacer algún esfuerzo, sé que los grandes recuerdos contribuirán a tal acción.
Cuando pienso en las personas, pienso en lo engañadas que viven. Estamos aquí creyendo que vivimos al máximo nuevas experiencias, todo lo contrario, estamos sobreviviendo y en cierta parte tomando moldes que ya han sido reproducidos por otra gente. Soñamos en la realización de nuestra persona, pero la telaraña del sistema atrapó nuestros pensamientos de la fantasía de sentirnos realmente importantes.
¿Qué es ser importante?, ¿Reconocimiento? ¿Tener mucho dinero? ¿eso me hará feliz? Yo no quiero vivir de eso, solo soñarlo, porque al final ¿de qué me servirá?. Soñar no cuesta nada, es gratis, el único valor es que hacemos funcionar la fábrica interna de nuestro cerebro. A la mente se me viene esta canción:
“anoche soñé contigo y no estaba durmiendo, todo lo contrario estaba bien despierto, soñé que no hacía falta hacer ningún esfuerzo para que te entregaras en ti yo estaba inmerso” “Qué lindo que es soñar, soñar no cuesta nada, soñar y nada más, con los ojos abiertos” dice el gran Kevin Johansen.
Como solo me cuesta tiempo, seguiré soñando…